Hay ocasiones en las que perdemos la noción de la realidad, engañándonos a nosotros mismos y aferrándonos a algo que ya está actuando como lastre y, sin darnos cuenta, nos arrastra hasta el fondo.

Siempre han alabado la racionalidad que poseo, la lógica con la que intento resolver los problemas que me surgen, y la eficiencia de este modo de proceder.

Pero alguien me dijo una vez que las personas no somos máquinas, y que no se puede aplicar la lógica de la informática a todo. Con el tiempo logré entender a qué se refería.

En el terreno de los sentimientos, la lógica sirve de poco. Intentar entender el motivo de algunos comportamientos humanos, aplicando la racionalidad, es imposible. Admito que esto siempre me produce cierto desconcierto, pero ya soy consciente de que no se puede tratar de racionalizarlo todo.

En estas situaciones recomiendan el alejamiento de aquello que produce el desconcierto, renunciando a buscar la explicación a algo que, quizás para ti, no la tenga.

No es fácil darnos cuenta de cuando ha llegado el momento de dar este paso, y muchas veces tardamos demasiado. Pero siempre llega un punto en el que sentimos la necesidad de avanzar, y es ahí cuando comienza realmente nuestro ascenso a la superficie, una vez hayamos soltado el peso que nos lastraba.