Las miradas, ese arma de seducción que estamos desvalorizando en los tiempos que vivimos. Más pendientes de las pantallas que de las personas que se cruzan en nuestro camino. Qué triste sería llegar a perder esa interacción con desconocidos, solo por habituarnos a lo digital, mecánico, artificial, a las webs que ya te predisponen a establecer relaciones, sin dejar margen a lo inesperado, casual, natural… Nos convertimos en parámetros de compatibilidad, y nos guiamos más de una cifra que de nuestras emociones.

No, me niego a perder esa sensación de mirar a una chica a los ojos, en la distancia, y que esta te corresponda con una sonrisa, es el “me gusta” más natural que pueda existir. Sin ratón, sin pantallas, solo tú y tu rostro, con el que expresas lo que te hace sentir esa persona en ese instante, no con sus fotos, no con su perfil de redes, sino con su presencia física, sin aditivos digitales.

Se puede decir tantas cosas con una simple mirada, y hacer sentir tantas emociones… Una mirada esquiva de timidez, o un guiño pícaro, o una sonrisa de gratitud por hacerte sentir un poquito especial… o hasta un giro a cuerpo pasado, esperando que la otra persona se gire también y obtener así una atracción mutua (mucho más auténtica que las de una app).

Y si, tal vez nunca obtenga el whatsapp de alguien con las miradas, pero posiblemente sintamos mucho más, en ese instante, que en tantas conversaciones digitales que rara vez nos llevan a algo interesante.

¿Te has puesto a pensar las veces que te has podido cruzar con alguien interesante y ni te has dado cuenta de su presencia? Guarda el móvil y MIRA!